domingo, 29 de enero de 2012

Entrevista de los juegos en la postguerra

INTRODUCCIÓN:

La entrevista sobre los juegos de la postguerra se la he hecho a mi abuela Ángeles García Ramírez de 86 años de edad, con la intención de saber sobre los juegos que se realizaba antes de los años cuarenta y los juguetes que usaba en su infancia. Ésta, transcurrió el domingo seis de noviembre del 2011 a las cuatro de la tarde las dos sentadas en el salón de su casa en Castelldefels con una duración de dos horas aproximadamente.
Ángeles García Ramírez nació en Granada en un pueblo llamado Benalúa de Gaudix el 28 de mayo de 1925 y fue la pequeña de sus seis hermanos. Vivían en una cueva con cinco habitaciones, una de ellas era la cocina, sin embargo, no había un cuarto de baño y tenían que ir a hacer sus necesidades al corral de las gallinas. En la cocina guisaban con leña y usaban un estrebe, una plataforma cuadrada con tres patas que hacían de soporte para aguantar las ollas y el perol. Como no existían las neveras ni usaban una caja donde guardar los alimentos y conservarlos con hielo, disponían de una especie de armario empotrado con estantes llamada alacena que se usaba como si fuera un cuarto de despensa.
Las cuevas por dentro no se pintaban con la pintura que actualmente compramos, sino que, las personas hervían agua en una olla disolviendo cal en ella, y una vez enfriada esta mezcla, podían pintar las paredes con la ayuda de una escoba.
La infancia de mi abuela, a pesar de ser unos tiempos duros, fue bonita hasta sus doce años cuando enfermó su madre de cáncer, y más aún cuando falleció, ya que se tuvo que hacer cargo de su padre y sus hermanos enfermos de reúma adoptando el papel de madre y ama de casa. A parte de hacer las tareas del hogar y ocuparse de sus hermanos, ayudaba a su padre en el campo a ordeñar las cabras y a llevar las frutas y las verduras en un carro desde el campo hasta su casa. Tanto esta trayectoria como la de ir a buscar agua con un cántaro tenía una distancia de unos tres quilómetros aproximadamente.
La vida le cambió a mejor a los 18 años cuando conoció a mi abuelo Santiago con el que tuvo 8 años de noviazgo. A los 26 años decidieron casarse con tanta mala suerte que una semana antes murió su padre. Su ilusión de casarse de blanco se desvaneció, y a partir de ese momento, no hay día que no se vista de negro.
Cuando tenía 41 años vino a visitar a su hijo y a su hermana a Castelldefels llevándose con ella a sus cuatro de sus seis hijos. Durante su estancia su hijo mayor la convenció para que se quedara e hiciera venir a su padre con el resto de hermanos ya que éstos se quedaron en el pueblo. Y así fue, en menos de un mes la familia estaba instalada en un piso que les alquiló una vecina de la hermana de mi abuela. Para todos ellos no había comparación entre la calidad de vida que les ofrecía Benalúa de Guadix con Castelldefels. Mi abuelo Santiago pasó de ganar 3.000 pesetas a la semana a ganar esa cantidad de dinero al mes.
En la actualidad, Ángeles García Ramírez viuda desde hace cinco años sigue viviendo en Castelldefels rodeada de sus seres queridos, y aún teniendo sus raíces en Granada, se considera más de aquí. Dice que lleva media vida viviendo en Cataluña y que no le gustaría visitar Benalúa de Guadix, ni siquiera por curiosidad de cómo ha cambiado el pueblo, ya que su vida anterior  no le trae buenos recuerdos.

ENTREVISTA:

P: Núria Roselló Pleguezuelos: Buenas tardes, le voy a hacer una serie de preguntas sobre los juegos de la postguerra y usted conteste lo que recuerde.
R: Ángeles García Ramírez: Buenas tardes, aunque recuerde poco porque de eso hace muchos años intentaré contestar a todo lo que pueda.

P: ¿Recuerda usted cual fue su primer juguete en la infancia?
R: No recuerdo cuál fue mi primer juguete pero tenía una muñeca de trapo hecha a mano cuando era muy pequeña.

P: ¿Con qué juguetes jugabais?
R: Jugábamos a saltar la comba con una cuerda que se usaba para atar a los burros. A la uñita, uñate y chocolate, un juego en el cual se usaban botones y a las casitas con las muñecas de cartón piedra o las de trapo. También, con una pelota para jugar a deportes, como por ejemplo, el futbol y con un yoyo, y ambos objetos, podían ser confeccionados por nosotros mismos. Además, era muy común usar juguetes como la trompa (peonza), una pelota de badana blanca con un hilo que se ataba en el dedo e ibas dando toques y el diábolo que se trata de un juego para hacer malabares. Este juguete consiste en un carrete, o sea dos, semiesferas huecas, normalmente de caucho, unidas por su parte convexa por medio de un eje metálico, que es amarrado y aventado en una cuerda atada a dos palillos, uno en cada mano.

P: ¿Has fabricado algún objeto de diversión?
R: Como no teníamos dinero, muchos de nuestros juguetes, los teníamos que hacer nosotros mismos. Por ejemplo, para fabricar un yoyo, primero cogíamos dos botones grandes, como los que se usan en el abrigo de un hombre, y los juntábamos poniéndolos al revés, luego los cosíamos, y finalmente, enrollábamos el hilo. Otro juguete confeccionado por nosotros serían las muñecas para jugar a las casitas. El material que utilizábamos era tela de ropa de estar por casa y la redondeábamos formando una especie de pelota. Una vez hecha la forma redonda para simular la cabeza le atábamos un hilo dejando caer un poco de tela haciendo ver que era el vestido. La muñeca no tenía ni pelo, ni manos, ni cuerpo, ni zapatos pero nos divertíamos igual ya que en esa época nos conformábamos con muy poco. Y el último juguete que recuerdo era una pelota, ésta era muy fácil de hacer, ya que las hacíamos con trapos o papel y dándole forma redonda.

P ¿Recuerda cuanto podían costar los juguetes que tuvo en su infancia?
R: Si no recuerdo mal un real eran cinco perrillas, cuatro reales era una peseta y una gorda eran dos perrillas. Más o menos un dulce de navidad te podía costar una gorda, una muñeca de cartón dos gordas y juguetes como, un yoyo una trompa y un diábolo, entre dos y cuatro gordas.

P: ¿A qué juegos jugabais y cuál era su edad?
R: Cuando tenía entre seis y diez años jugaba con mis amigos al salto de la comba, una cuerda que se usaba para atar a los burros, con el siguiente dicho: El salto de la comba el que pierda que se ponga y el que no que no se ponga. A las casitas o como más bien conocido, a padres y madres, usando un carro de caballos como casa. A la rayuela, un juego donde se pintaban unos cuadrados en el suelo y según el tamaño y la cantidad de ellos, tenías que saltar a pata coja, con los pies juntos o con los pies separados. A la gallinita ciega, una persona con los ojos tapados por un pañuelo tenía que encontrar a sus amigos mediante los ruidos que reproducían ellos mismos. Y el último juego que recuerdo es la uñita, uñate y chocolate que trataba de trazar una línea y nosotros desde cierta distancia tirábamos un botón el cual tenía que pasar esa línea. Era muy divertido y el que ganaba se llevaba los botones de todos los participantes que habían perdido. Más tarde, cuando tenía alrededor de unos diez años, me encantaba ir a un cerro, una cueva arriba de la montaña, a cantar canciones con mis amigos. Esta actividad nos parecía muy divertida ya que al hacer eco el sonido retumbaba y nos podían escuchar los vecinos del pueblo de al lado.

P: ¿Recuerda usted alguna canción que cantaban en algunos de sus juegos?
R: Recuerdo una canción que decía así: Al corro de la patata, lo que comen los señores, naranjitos y limones, agáchate y vuélvete a agachar verás los pececillos nadar por el mar. Otra canción que recuerdo era una que cantábamos las chicas cuando jugábamos a saltar la comba, y ésta dice así: Al pasar la barca me dijo el barquero las niñas bonitas no pagan dinero, yo no soy bonita ni lo quiero ser, arriba la barca uno, dos y tres.

P: ¿Cuándo llovía teníais algún sitio donde poder jugar?
R: Los días de lluvia nos quedábamos en casa y no salíamos a la calle ya que no teníamos ningún cobertizo donde poder jugar. Sin embargo, mis amigas venían a casa y nos entreteníamos a crear nuestras propias muñecas ya que como no había dinero era imposible comprarlas. Como he comentado anteriormente, el material que utilizábamos era tela de ropa de estar por casa y la redondeábamos formando una especie de pelota. Una vez hecha la forma redonda para simular la cabeza le atábamos un hilo dejando caer un poco de tela haciendo ver que era el vestido. La muñeca no tenía ni pelo, ni manos, ni cuerpo, ni zapatos pero nos divertíamos igual ya que en esa época nos conformábamos con muy poco.

P ¿Me podría contar alguna situación que refleje su actitud en su infancia?
R: Durante la infancia era una niña un poco rebelde que no tenía ganas de estudiar y solo quería jugar y estar con la familia. Recuerdo un día que el hijo de la dueña de la tienda del pueblo me dijo que fuera allí porque me dejaría una caja llena de botones en el mostrador para luego repartirla entre los dos y poder  jugar a la uñita, uñate y chocolate. Al día siguiente cuando llegué del colegio mi madre me esperaba con la caja en las manos y yo la miraba temiéndome lo peor. Se acercó y me preguntó que de donde había sacado esta caja con botones, y yo tartamudeando, le conté toda la verdad. Inmediatamente, me hizo ir a la tienda para disculparme y devolverle lo que le había quitado. Afortunadamente, me sorprendió la reacción de la mujer ya que fue muy comprensiva y aceptó mis disculpas muy amablemente.

P: ¿Se celebraba la Navidad en su pueblo y qué se regalaba a los más pequeños?
R: La Navidad se celebraba en casa cantando villancicos pero no había cabalgata de reyes como actualmente es tradición. Cada año nos dejaban en el salón, a mí y a cada unos de mis hermanos y hermanas, una cesta de paja de trigo con su tapadera que medía un poco más de un palmo. Dentro estaba lleno de caramelos, chocolate, roscos, almendras, carbón y figuras de mazapán, más duras que una piedra, que tenían forma de guitarra y de zapato. Además, nos regalaban una muñeca de cartón piedra con un vestido de tela, pero ésta, no tenía ni pelo ni zapatos porque todos estos complementos estaban pintados a mano.

P: ¿Era costumbre celebrar el cumpleaños de las personas aunque fuera solo de los más pequeños?
R: No se celebraba el cumpleaños en nuestra familia, ni lo hacían las personas allegadas a nosotros como podían ser amigos o vecinos. A diferencia de ahora, no era costumbre que ese día te sorprendieran con un regalo y un pastel ya que no había dinero, y por este motivo, apenas se recordaba cuando se cumplían los años.

P: ¿Recuerda alguna fiesta que se celebrara en su pueblo tradicionalmente?
R: El carnaval lo recuerdo un día muy divertido porque todos los vecinos del pueblo salían a celebrarlo a la plaza. Los más pequeños, nos disfrazábamos con ropa de nuestras madres o abuelas, como podían ser jerséis, faldas y delantales y salíamos a la calle simulando que éramos personas mayores. Además,  nos tapábamos la cara con una máscara de ropa de estar por casa e íbamos asustando a nuestros padres y vecinos diciendo: ¿A que no me conoces? Sin embargo, los mozos iban cantando y tocando música por el pueblo con las guitarras y las mandurrias.

P: ¿Hasta qué edad fue usted a la escuela?
R: Fui a la escuela desde los seis años hasta los once porque no tenía ganas de estudiar. Mi hermano me podría haber enseñado ya que él era maestro pero yo me negaba. Además de impartir clases en una escuela también era profesor particular por la noche para aquellos niños que trabajaban durante el día.

P: ¿Cómo educaba la profesora a las alumnas?
R: La maestra se sentaba en una silla frente a la mesa y nosotras en fila la rodeábamos quedándonos durante horas de pié. Recuerdo que teníamos un libro llamado La Infancia  y nos lo teníamos que ir turnando para leerlo en voz alta ya que solo había un libro para todas y lo teníamos que compartir.

P: ¿Recuerda si le castigaron alguna vez en la escuela y cuál fue la forma?
R: La maestra escribía palabras en la pizarra para que nosotras lo copiáramos en nuestro cuaderno y luego entregárselo. Como bien he dicho anteriormente, no tenía muchas ganas de estudiar ni mucha predisposición en aprender, así que cuando revisaba los ejercicios veía que los míos estaban muy mal hechos. Ese mismo día o al siguiente me tocaba estar durante horas de rodillas en frente de toda la clase y sujetando un libro con cada mano como muestra de castigo.

P: ¿A qué edad dejó usted de jugar?
R: Dejé de jugar a los doce años cuando enfermó mi madre de cáncer, y cuando falleció, me tuve que hacer cargo de mi padre y mis hermanos enfermos de reúma adoptando el papel de madre y ama de casa.

P: ¿A qué edad se puso usted a trabajar?
R: A los 15 años me puse a trabajar en una casa como sirvienta,  haciendo las tareas del hogar y cuidando de los hijos pequeños de los dueños. A los 18 años me puse a trabajar en el campo a recoger aceitunas, escamochar (cortar) remolacha y a quitarles las hojas al maíz.

P: ¿Cuál fue su peor etapa en su infancia?
R: Tras el fallecimiento de mi madre cuando yo tenía 12 años, tuve que hacerme cargo de mis hermanos mayores de 20 y 25 años enfermos de reúma. Esta etapa fue muy dura para mí, no sólo por la muerta de mi madre, sino, por lo difícil que me resultó cuidar de mis hermanos sola y a esa edad.

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